Por
Enrique Ceppi.
Cuando
faltan pocos días para que se conozca el fallo de la Corte Internacional de
Justicia en La Haya sobre el diferendo planteado por Perú – para redefinir la
frontera marítima con Chile – cabe preguntarse si después nos quedaremos en la
lógica del pasado o transformamos el problema en una oportunidad. La pregunta
es si seguiremos hablando de límites y soberanía los próximos cien años o
empezaremos a hablar de integración, complementación y soberanía
latinoamericana.
Callejón sin salida.
Escasos
analistas han puesto en evidencia que el gobierno de Chile llegó a la Corte en La
Haya en la peor situación en la que se puede encontrar un negociador: sentarse
en torno a una mesa donde no tiene nada que ganar y su único objetivo es
defender el statu quo. Al contrario, Perú llegó en la mejor situación, aquella
donde no se tiene nada que perder. Este es el retrato simple de lo que ocurre
con Chile y Perú en La Haya. Chile no tiene nada que ganar en la Corte salvo
que, en el mejor de los casos, se ratifique la frontera marítima actual, caso
hipotético muy difícil de ocurrir. En cambio, lo más probable es que la Corte
modifique la delimitación marítima,otorgando a Perú algo de lo solicitado.
¿Cómo
llegó Chile a una posición tan incómoda? ¿Qué ocurrió con la capacidad
diplomática del país para que una Corte internacional modifique una frontera
que creíamos estaba claramente definida por un tratado?
Por
ahora digamos que éste es el resultado de una diplomacia chilena conservadora
que prefiere el camino fácil del inmovilismo en materia vecinal. Mientras el
país ha sido capaz de insertarse en las corrientes mundiales de comercio y ser
escuchado en los foros internacionales, no ha logrado desanudar los conflictos
con sus vecinos del norte. Mientras los gobiernos chilenos sigan diciendo que “no
hay nada que discutir” en materia fronteriza con Perú y Bolivia, el país
seguirá en una posición defensiva y frágil.
Las
Cancillerías chilena y peruana siguen prisioneras de definiciones que eran
válidas en el siglo XIX. Trabajan con conceptos de soberanía y de frontera anticuados.
Le dan más importancia a la cantidad de kilómetros de superficie que a la
gravitación e influencia alcanzada por las ideas e intereses nacionales. No
vislumbran las ventajas de una integración a nivel profundo, la sinergia de la
amistad vecinal y los beneficios de la confianza mutua.
Desde
el día que la Cancillería chilena en 1985 dejo sin respuesta la solicitud
peruana para definir la frontera marítima y se refugió en la tesis que esa
delimitación había sido establecida por los acuerdos pesqueros de 1952 y 1954,
entramos en un camino que nos llevó a un callejón sin salida. Estamos en una
situación en la cual no habrá solución real a los problemas limítrofes, solo se
cumplirá una nueva etapa en el conflicto vecinal.
Pacientemente
la diplomacia peruana construyó un caso legal para llevarlo ala Corte Internacional
de Justicia en La Haya, mientras los sucesivos gobiernos chilenos respaldaron y
reiteraron la política de negarse a conversar el tema con el argumento de la
existencia de tratados limítrofes vigentes – la misma argumentación que se
utiliza para negarse a conversar con Bolivia.
A
última hora, la Cancillería ha ideado un recurso para no ser simple perdedores
en La Haya. Se ha argumentado que ésta es una oportunidad para cerrar
definitivamente las diferencias con Perú. Con la carta negociadora de los mayores
o menores plazos para la ejecución del fallo que se dictará en La Haya se ha
solicitado a Perú un compromiso formal de no levantar nuevas demandas de tipo
fronterizo o territorial en el futuro.No cabe duda es un poco tarde para
sentarse a negociar con Perú, eso debió hacerse antes de llegar a La Haya. Pero
este planteamiento refleja, principalmente, la incomprensión del verdadero tema
de fondo que se encuentra en las fronteras del norte chileno.
Lo problemas reales.
Para
tener una opinión sobre lo que está en discusión en La Haya y el impacto de la
decisión de la Corte, así como para definir la política a seguir después que se
conozca el fallo, es indispensable poner
sobre la mesa los temas y los argumentos que se esconden detrás de la disputa
por la frontera marítima entre ambos países. Si no se abordan los problemas
reales es ilusorio pensar que con el fallo de la Corte en la Haya se cierran
definitivamente las diferencias entre Chile y Perú. Lo mismo se debe hacer en
relación a las relaciones de Chile con Bolivia.
El
problema que se expresa tras la demanda peruana es la proyección al siglo XXI
de la Guerra del Pacífico. Por una parte está la herida aún abierta en el
sentir nacional peruano por la derrota sufrida en la Guerra de 1879 y la
desconfianza frente a un vecino – Chile – que le disputa la gravitación
internacional. Por otra parte está la aspiración boliviana de obtener una
salida al mar por territorios que fueron peruanos – una franja al norte de
Arica – que dejaría al Perú sin frontera con Chile. En la región de Arica
confluyen la demanda boliviana por una salida al mar con el interés estratégico
del Perú de conservar su derechos en esa región – el muelle peruano, el
ferrocarril Tacna-Arica y el derecho a veto sobre una posible cesión de
territorio a un tercer país.
No
cabe duda que detrás del tema del límite marítimo con Perúy del acceso al mar
con Bolivia hay una necesidad de cada uno de estar presente e influir en el
Pacífico Sur y en la conexión marítima de América del Sur con Asia. Uno de los
aspectos que están en el fondo de estas disputas es la proyección de cada
nación hacia el Océano Pacífico, actual centro de la actividad económica
mundial. El error es abordar esta nueva realidad con una mirada estrecha y
nacionalista, siendo ésta la mejor oportunidad para complementar esfuerzos
frente a los gigantes que confluyen en el Océano. La dimensión estratégica de los tres
países sumados sigue siendo mínima frente a las inmensas oportunidades que
ofrece el Océano Pacífico.
Pero,
además, Perú y Bolivia tienen derecho a una reparación moral de parte de Chile,
con la generosidad del triunfador en la guerra. La historia no puede
reescribirse, las fronteras no pueden volver a los tiempos de la Colonia ni los
europeos pueden ser expulsados de nuestro Continente. Pero la reparación moral
es una deuda.
Un
error estratégico de los gobernantes de Chile es fundar y proteger la soberanía
del país en el extremo norte sobre la base de la presencia militar en la zona.
Hasta la irrupción de la dictadura de Pinochet había un política de desarrollo
económico para Arica, la que fue abandonada para replegar la frontera económica
a Iquique. Desde entonces todos los planes de fomento de Arica han sido meros
paliativos que no han logrado revertir el proceso de decaimiento de esa zona.
El retorno de la democracia no significó un cambio en esta orientación, al
contrario, los sectores neoliberales de la Concertación intentaron privar a la
región de las ventajas tributarias de la Zona Franca que sustenta su actividad
económica. Arica está viviendo un proceso de dependencia creciente de Tacna, lo
que no sería malo por sí mismo, pero en el contexto actual es un arma de doble
filo.
Chile
tendrá problemas fronterizos en el extremo norte mientras no se encuentre una
solución que satisfaga a las tres partes presentes en la región. La única forma
de dar un salto al futuro en las relaciones vecinales es rompiendo el statu quo
y construyendo una nueva relación de integración y suma de intereses que
permita a los tres países pasar de la desconfianza a la cooperación, complementación
y solidaridad mutuas.
El futuro deseable.
El
diferendo planteado por Perú se inserta en una estrategia que busca reparar en
parte lo que se siente en ese país como una herida abierta desde la Guerra del
Pacífico. Si en Chile no se comprende esa faceta del problema será imposible
dar vuelta la página y entrar a una nueva relación con el país del norte.
Desde
el primer día que Perú solicito conversar sobre el límite marítimo, en lugar de
responder con la lógica del siglo XIX, Chile debió poner sobre la mesa una
oferta de negociaciones centrada en el futuro y adaptada a las nuevas
realidades del mundo globalizado. En lugar de decir que “no hay nada pendiente”
entre los dos países, se debió transformar la demanda peruana en una palanca
para saltar al futuro con imaginación y transformar las dificultades en
oportunidades.
Nunca
es tarde para corregir las políticas. Hoy existe la oportunidad – con el cambio
de gobierno – modificar el enfoque inmovilista y defensivo de las relaciones
vecinales de Chile con una mirada del integración de nuevo tipo.No es una tarea
fácil, las incomprensiones surgirán en los tres países, habrá que realizar una
importante labor de explicación a la ciudadanía para cambiar los prejuicios y
desconfianzas dominantes.
Las
ideas para transformar el problema en una oportunidad están sobre la mesa hace
tiempo. En el extremo norte chileno, el sur peruano y el occidente boliviano se
dan las condiciones para crear una zona especial de integración trinacional.
Las propuestas han surgido de todos los lados de la frontera pero ha faltado la
voluntad política para abrir una negociación que rompaideas preconcebidas y
mitos pero abra las puertas del futuro.
Chile
debe elaborar una propuesta que vaya más allá de las concepciones decimonónicas
de soberanía. Se debe abandonar la mirada que mide el patriotismo en metros
cuadrados de territorio. Con la misma agilidad con que ha negociado Tratados de
Libre Comercio que insertan la economía del país en las corrientes comerciales
del mundo se debe abrir la región de Arica a las inversiones y el comercio de
Perú y Bolivia. Se deben romper los dogmas de la economía neoliberal y de las
definiciones territoriales para abrir una negociación con Bolivia y Perú que
realmente ponga punto final a los resabios de la Guerra y sientes las bases
para que los tres países se proyecten al Pacífico y traigan bienestar a sus
pueblos.
Los
tres países tienen mucho que ganar en una negociación de permita superar los
resabios de la Guerra del Pacífico y les permita integrarse de manera concreta
convirtiendo las zonas de Arica, Tacna y Oruro en un ejemplo de
complementación. En el siglo XXI se pierde el sentido de las fronteras y gana
espacio la interdependencia y la integración, la unificación de las economías y
los sistemas de educación, salud, seguridad social, sistemas laborales y
cultura. La región integrada del norte chileno, el sur peruano y el occidente
boliviano puede ser un ejemplo para todo el continente Latinoamericano.
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