Muchas
felicitaciones ha recibido el programa “Imágenes prohibidas”, de
Chilevisión. Se ha elogiado especialmente la calidad de su factura y la
recopilación de registros en su mayoría inéditos en la televisión
abierta. El principal espaldarazo, eso sí, ha sido su alta puntuación en
las audiencias.
No
obstante, también ha recibido críticas, referidas a la falta de
contexto histórico y a la carencia de equilibrio en la entrega de los
contenidos. Como reclamo de responsabilidad política también se ha
señalado que revive odios y pasiones del pasado. Es atendible, por
ejemplo, discutir el contexto cuando se trata de comprender el golpe de
Estado de 1973. Sin embargo, si hablamos de actos extremos de crueldad
mencionados en el programa, como el caso degollados o la quema con
bencina de dos jóvenes por una patrulla militar, ocurridos ambos en
1986, se trata de acontecimientos que por sí mismos definen el contexto.
Las justificaciones oficiales de aquel entonces, basadas en mentiras, o
el ocultamiento de dichos crímenes por las autoridades de la época,
abundan en la misma contundente auto-explicación de ese contexto.
Situaciones
que incluyen todas las formas posibles de vejámenes no son susceptibles
de ninguna forma de empate. Ninguna acción de los opositores al régimen
puede compensar lo que se muestra en la pantalla del televisor. No
hablamos de bestialidades ejecutadas por una banda de individuos
aislados, sino que de acciones perpetradas por el Estado de Chile a
través de integrantes de las FF.AA. actuando por instrucciones de las
máximas autoridades.
Esto se ha dicho hasta el cansancio.
Es,
no obstante, el último argumento crítico de estas emisiones de
Chilevisión el más polémico y provocador para las víctimas; que la
circulación pública de esta información está destinada a influir en la
campaña presidencial. Esta teoría conspirativa está construida desde la
culpa de quienes han defendido a la dictadura o han titubeado a la hora
de tomar posición sobre esta barbarie. ¿O alguien esperaba que la
cobertura mediática de los 40 años del Golpe de Estado ignorase las
violaciones a los derechos humanos?
Bastaría
una condena nítida a los hechos acontecidos para que esta triste
conmemoración fuera un momento de acercamiento entre sectores del país
que aún se guardan rencores y hostilidad. Pero no es el caso y eso
transforma a los derechos humanos y a sus efemérides en un porfiado
parteaguas de la vida política chilena, hasta el día de hoy. El problema
no está en los periodistas que hacen investigación con el duro material
de la realidad, pues nadie ha cuestionado la verosimilitud de las
imágenes, sino en la tragedia de una élite que, pese al transcurso del
tiempo, no quiere dar el paso de cuestionar el régimen que apoyaron y
que les dio amparo.
Al
aproximarse el cuadragésimo aniversario del Golpe, debe reflexionarse
sobre el interés de los chilenos por su propia historia. En este
proceso, el empeño y la perseverancia de los familiares de las víctimas
han sido cruciales. Para la mayoría de ellos ha habido algo de verdad,
mínima en el caso de los desaparecidos, pero muy escasa justicia. He ahí
un factor principal de enervamiento, el que provoca la vigencia de
muchos crímenes impunes. La falta de justicia sobre los hechos que ahora
explotan en horario prime
se transforma así nuevamente en un duro cuestionamiento a nuestra
nación y, en este aspecto, a la profundidad de esta transición de la que
creímos sentirnos orgullosos.
Los informes Rettig y Valech abrieron un camino. En otro nivel, estas imágenes lo continúan. El proceso de toma de conciencia que comenzó con el bombardeo de La Moneda y siguió con una estela de horrores aún no concluye. Esto ocurrirá a partir de su repudio generalizado, y sólo entonces la sociedad mirará ese periodo con otra perspectiva. Y ya no será pasado, como algunos quieren, sino definitivamente memoria. Pero el ciclo aún no está cerrado: ése es el meollo del problema.
FUENTE: http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/08/29/imagenes-prohibidas.asp
No hay comentarios:
Publicar un comentario