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viernes, 26 de julio de 2013

DESPUES DE LONGUEIRA, articulo de Gabriel Gaspar

Una semana atrás estalló un terremoto en la política nacional, la repentina —y comprensible— renuncia del candidato oficialista abrió una vorágine con la que asomaron las debilidades de nuestro sistema político.

En el oficialismo se inició una “semana horrible”, en la cual emergieron viejas rencillas que mantuvieron en suspenso la unidad de la coalición. La ecuación final (lo que supone que no tendremos más novedades) muestra una candidatura de la ex ministra Matthei, cuya aprobación fue sacada con fórceps a Renovación Nacional, y con poco disimulo de parte del hegemonismo UDI. Pero también muestra el desangre del Gobierno, que en pocos meses ha perdido una media decena de ministros, entre ellos los de mayor tonelaje y experiencia política (empezando por Allamand y Longueira). Haciendo el recuento de bajas, en estos días la derecha ha perdido a dos líderes históricos que les costó décadas formar. 

Si la posibilidad de victoria en la presidencial se veía difícil en tiempos de Longueira, ahora la duda es mayor. Puede argumentarse que el objetivo es obtener —binominal mediante— una cuota parlamentaria que limite los afanes reformistas de la Nueva Mayoría, pero mucho se tendrá que hacer en estos 100 días de campaña para que en cada distrito impere la confianza mutua y la cooperación entre los dos partidos del oficialismo.

Pero el daño para el oficialismo es mayor. Una coalición que resuelve de esta forma sus diferencias, le muestra a la ciudadanía una débil capacidad de gobierno y de construcción de mayorías; qué decir de los consensos. 

En suma, semana horrible para la derecha, pero lo pirotécnico de su crisis ayuda a disimular las debilidades que también mostró la oposición en estos días.

Una Nueva Mayoría que levanta las banderas de la renovación, que busca la adhesión de la juventud y mostrarse abierta a los cambios que la sociedad demanda, en estos días evidenció en el distrito de Illapel que no está muy lejos de sus tradicionales prácticas, muchas de las cuales explican la derrota de la Concertación el 2009. 

Asimismo, la principal coalición opositora, ante una coyuntura que le permitía mostrar sus diferencias en materia de construcción de acuerdos y construcción de futuro con el oficialismo, se embarco en una áspera y poco disimulada discusión respecto a los recelos que la composición del comando depara. Es claro que en la Nueva Mayoría hay matices diferentes, pero también es claro que hay una voluntad colectiva en torno a la candidata. En momentos de desorden y caos del oficialismo, la oposición se dedicó a cuestionarse internamente. Por el contrario, si hubiese afirmado su propuesta común, plural y colectiva, habría avanzado mucho terreno.
 
Ha pasado más de una semana de la renuncia de Longueira y tenemos un oficialismo tratando de sanar heridas autoinfligidas y una oposición que le cuesta mantener el ritmo tras una ofensiva de victoria. Si en estos días junto a las imágenes de disputa en el oficialismo se hubiesen conocido de grandes y plurales acuerdos de parte de la Nueva Mayoría, la penetración en nuevos territorios de la ciudadanía hubiese sido posible. 

Para la institucionalidad se abre una etapa complicada y novedosa. Si bien desde hace tiempo estamos en presencia de un presidencialismo de minorías, en estos meses que quedan de aquí a marzo esta tendencia se va a acentuar. Uno de los efectos de sensación térmica de las primarias (acentuadas con lo que pasó esta semana) es que ya tenemos virtualmente una Presidenta electa. Pero es eso, una sensación térmica, porque queda tiempo para noviembre y mucho más para marzo.

Publicado en La Segunda 25.7.13 : http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/07/25/despues-de-longueira-2.asp

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