Ricardo Solari
I.
Lo que comienza este
martes.
¿La idea de un “nuevo ciclo” es el resultado
de un análisis histórico-político riguroso de la sociedad chilena o representa apenas
el mero deseo de unos dirigentes políticos? Como se sabe, la política suele combinar,
desde siempre, ciertos componentes objetivos con esa subjetiva voluntad de
querer cambiar la realidad. Es verdad que las condiciones históricas y la evolución
de esta sociedad indican la apertura de
un “nuevo ciclo”, pero éste tampoco se concretara virtuosamente, asunto
crucial, sin convicción y trabajo inteligente.
El “nuevo ciclo” no remite solo a la
obsolescencia de las lógicas políticas transicionales que marcaron el período
anterior, sino también a superar aquello que el sociólogo Manuel Castell llamó,
en su momento, una “modernización excluyente”. Lo que ya no resiste es el
modelo de una sociedad dinámica en lo económico, pero profundamente desigual,
estamental y carente de cohesión social. Esta modernización excluyente tiene ganadores
y perdedores, hace de la incertidumbre una oportunidad para lucrar y no una
condición del mundo contemporáneo que presiona con urgencia por políticas
activas de solidaridad social.
Este nuevo ciclo político avizora vientos
favorables para un período de gobiernos progresistas o de centroizquierda, que
permita la construcción de un mejor país en la próxima década. Estamos hablando
de un diseño de largo plazo, marcado por el crecimiento económico; por la
innovación científica, tecnológica y
productiva; por las políticas activas a favor de la igualdad y eliminación de
toda diferencia fundada en una discriminación; y por una ampliación creciente
de la libertad de las personas, entendidas como moralmente autónomas para
definir sus propias formas y estilos de vida. La derecha tendrá que analizar
cuál es su propia lectura e inserción en este nuevo ciclo, so pena de caer en
la irrelevancia política y electoral.
Este cambio de época también implica
hacerse cargo de un conjunto de nuevas demandas y expectativas. Crecientes
conjuntos de capas medias ya no solo piden acceso a bienes y servicios sino que exigen la
calidad de éstos. La organización de las ciudades, de los barrios, la buena
calidad de la vida cotidiana, el acceso a la cultura, el respeto y la atención
a la diversidad, son demandas crecientes de nuevo tipo que se manifiestan hoy
de manera mucho más masiva que ayer y sobre las cuales se deben dar respuestas
contundentes en esta nueva etapa.
Este periodo histórico que se abre
implica una superación cualitativa del anterior, pero se construye sólidamente
sobre éste. Se edifica sobre la base de los aprendizajes históricos y los logros democráticos y económicos de la
etapa previa. Un pilar político clave –por lo menos para los socialistas– para
este nuevo tiempo es la conciencia, obtenida a través de la experiencia
histórica, de que cualquier proceso de transformación social tiene como límite
intransable la democracia y el respeto a los derechos humanos. Esto implica que
se debe construir sobre mayorías políticas y sociales nítidas. La necesaria gradualidad de los cambios no es
una renuncia ni una morigeración de un proyecto de izquierda y progresista.
Supone entender que, para que los cambios sean sólidos, deben constituirse en
transformaciones comprendidas y asumidas por la mayoría del país.
II.
El gobierno de Bachelet en
el “nuevo ciclo”.
Una
idea cruza transversalmente al
programa de la Presidenta Bachelet .Es justamente la de un “nuevo
ciclo”. Y si
la Presidenta abandonó sus importantes tareas en Naciones Unidas, fue
porque sintió que había algo que hacer en Chile y que esto era
cualitativamente distinto
a lo realizado hasta el momento. La Presidenta lo ha dicho con claridad:
no
será un quinto gobierno de la Concertación sino el primero de un nuevo
ciclo.
La composición de su gabinete expresa
esa voluntad. Conviven allí distintos liderazgos, pero existe un predominio de
una nueva generación política –mezcla de
los 80 y 90–, que irrumpe con especial fuerza. Es imposible impulsar con
credibilidad un nuevo ciclo sin dar paso a nuevos protagonistas en la
conducción del proceso.
Por otro lado, en sus ejes
fundamentales, el programa da cuenta de los desafíos de este momento.
La reforma tributaria reconoce que el crecimiento económico alcanzado hace
posible un esfuerzo re-distributivo y que Chile, más allá de los vaivenes de su
economía, debe continuar por la senda
del desarrollo. Excepto voces ofuscadas, se ha instalado en la conciencia de
diversos actores del mundo económico que semejante cambio puede hacerse sin
afectar la inversión ni el dinamismo.
La Reforma educativa apunta al
corazón de una sociedad que pretende avanzar con todos. Recuperar la educación
pública, su matrícula y calidad, es una señal vigorosa respecto de que se quiere
animar un espacio de convivencia común, favoreciendo con ello la construcción
de una nación integrada socialmente. Nuevamente,
en los últimos meses, la opinión pública expresa a través de una multiplicidad
de voces que la cohesión social es un
requisito para un desarrollo económico sano. También es claro que por su naturaleza,
el proceso educativo no es el lugar donde sea socialmente eficiente que su organización
se construya a partir de una lógica mercantil y de lucro.
Por su parte, el proyecto de una
nueva Constitución asume que Chile debe
ser capaz de dialogar razonadamente sobre su marco jurídico constitucional.
No es viable un país que no tiene un acuerdo sobre esta “casa común” que es la
Constitución. Se debe, en todo caso, desdramatizar este debate y encauzarlo a
través de un proceso participativo, democrático e institucional. Chile no debe
temer respecto de este cambio. Las correlaciones de fuerzas políticas y sociales
son conocidas entre nosotros. Lo principal es que todos se sientan jugando con
reglas justas, mayorías y minorías, en particular en el sistema electoral.
Junto a ello disponer de un marco
compartido de principios, derechos y procedimientos dará estabilidad y nos
dotara de un sentido de largo plazo que es determinante para alcanzar logros
históricos relevantes. Nuestra actual Constitución tiene demasiado aroma a Guerra
Fría, y es heredera de la vieja confrontación ideológica de los 60 y 70. La
nueva Constitución es, sin duda, el desafío más complejo del Nuevo Ciclo, pero
es condición esencial para la plena
realización de éste. Por tanto, más que su urgencia, debería preocuparnos la legitimidad
y la calidad del procedimiento de su construcción.
Más allá de estos tres grandes pilares,
gobernar en el Nuevo Ciclo implica hacerse cargo con creatividad de una
sociedad en pleno proceso de modernización y secularización. El Chile actual
observa la emergencia de capas sociales que no aspiran solo a nuevos bienes,
sino que también demandan diversidad, calidad y espacios para el despliegue
de diferentes proyectos. Dar vuelta el
tablero no es una opción interesante ni viable para los chilenos hoy en día
.Pero más de lo mismo es inaceptable para esta sociedad en movimiento.
Apropiarse de estas sensibilidades
nacionales será fundamental para dar
curso exitoso a este nuevo tiempo.
COMUNAL PS PROVIDENCIA
Ver El Mercurio en Reportajes 9 3 2014